Llego lo que nadie quiera.
Te despiertas, coges las maletas
y te vas a el aeropuerto. Dejas en casa amigos, han sido tu familia durante
estos tres meses, pero ahora toca irse. En el trayecto a el aeropuerto vas
repasando recuerdos a medida que avanzas.
Dejas atrás, muchos momentos, mucha gente que ya se ha ido o
lo está haciendo contigo. También amig@s polac@s, a los que crees que no volverás
a ver. Nunca se sabe.
Este es el pensamiento que yo tenía, que haré ahora allí.
Pero como la vida te da sorpresas, he pasado de lamentarme por tener que irme,
al estrés que supone una mudanza de nuevo en tres semanas. Si, mudanza. Esta
vez vuelvo y no será para tres meses.
Cuando me ofrecieron la posibilidad de seguir en la empresa
fue extraño. Yo iba con esa mentalidad, trabajar lo mejor posible para seguir allí.
Pero cuando se hace realidad al principio asusta. Llamas a casa, no les hace
mucha ilusión pero te apoyan. Eso hace que no pienses dos veces y aceptes.
Y aquí estoy ahora, de vuelta en casa, pero con la sensación
de que son unas mini vacaciones ya que en tres semanas estaré en Polonia de
vuelta, y esta vez para vivir durante un largo tiempo.
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