El pasado 26/03/2019
Hola soy el Aitor del pasado. Si he pensado hacer el antes y el despues del ultimo blog.
Ahora escribiré lo que pienso sobre la última semana de Erasmus:
Ahora lo pienso y creo que esa gente que ahora echo en falta cambiara no estare 24/7 pensando en esas personas pero no será distinto pero eso si creo que los viajes y os momentos importantes llenarán ese vacío y eso me preocupa haber dejado de pensar esa personas importantes.
El presente 21/5/2019
Hola soy el Aitor del presente
Ahora escribiré lo que pienso sobre la última semana de Erasmus:
Sinceramente no echo de menos a nadie en especial solo a mi perra y a mi cuadrilla de baile.
En estos momentos me quiero ir porque quiero estar con mi gente, mi familia, mi vida,...
Pero por otra parte no me quiero ir ya que me gusta esta vida, este trabajo estos momentos Erasmus!
Hay algo en lo que he pensado y si esto fuera permanente me gustaría, aguantaria otros 6 meses sin verles y volver algun dia, yo creo que no! Me gusta mi vida estudiantil pero ahora toca pensar en lo que me ha pasado.
Antes de venir encontre una cancion que ahora mismo me representa, porque ahora siento lo que sintió el.
Por qué nunca debí haberme ido de Erasmus
No sabes cómo llegó, qué decisiones te llevaron hasta vivir cinco o diez meses fuera de tu casa. Puede que hasta la más remota circunstancia de un día cualquiera te empujara hasta ese punto, hasta irte de Erasmus. Y con el tiempo esa idea que tanto le disgustó a tu madre se convirtió en realidad.
Estás allí, ya no hay marcha atrás. Firmas el contrato del piso que te llevó meses encontrar, lo llenas de cosas del Ikea y empiezas a empapelar la habitación con fotos de la gente que crees que vas a echar tanto en falta.
Haces la primera compra mirando hasta el último céntimo, pones tu primera lavadora y hasta entiendes lo que se siente al no saber qué comer. Conoces a tanta y tanta gente que es imposible centrarte en todos y, por eso, intentas adivinar quiénes serán tus mejores amigos allí y eres partícipe en la primera división de grupos.
Buscas cosas en esa gente que te recuerden a lo que dejaste atrás: guiños, similitudes, comparaciones. Intentando llenar el vacío que se siente al alejarte de los tuyos.
Empiezas a hacer cosas con gente que te parece a cada cual más distinta a ti. Y te ves en planes que nunca harías con tus amigos, que no se te pasarían por la cabeza. Hablo de salir un lunes, de tomar una cerveza a las cuatro de la tarde, de ver el último episodio de tu serie favorita o incluso de quedar para hacer la compra. Todo esto empieza a sonar bien en tu cabeza. ¡No te reconoces!
Y un día te despiertas y dejas de levantarte con esa sensación de “¿dónde estoy?”, “¿qué ha pasado con mi cuarto?”. Un día simplemente pasa. Te levantas y te sientes como en casa. Pensaste que nunca pasaría, que no podrías acostumbrarte a esas cuatro paredes, pero definitivamente pasó.
Nunca se había sentido tan bien salir de tu zona de confort. Comienzas a darte cuenta de que no te hace tanta falta la gente que dejaste atrás. Y te sientes horrible por ello. Las llamadas de Skype y los mensajes preguntando por las novedades en tu círculo empiezan a disminuir. Y tus amigos lo notan. Te lo recriminan. Y no lo entienden.
Escoges una familia. Cada uno es de una parte de la geografía española y cada uno es tan diferente… Es como juntar a diez personas que nunca se hubieran dado la oportunidad de conocerse, que no se hubieran interesado los unos por los otros. Pero allí pasa y comprendes que las diferencias, lejos de poner trabas, ayudan a converger.
Hay algo que aprendí conociendo a tanta gente y es que cada persona tiene una historia. Pocos llegaron allí por casualidad. Todos huíamos de algo. O seguíamos buscando algo que nunca habíamos encontrado. Todos teníamos un hueco, un vacío. Y si hay algo que une a los estudiantes de Erasmus es, precisamente, las ganas por llenarlo.
Los viajes se convierten en el pan de cada día. Le pones nombre a capitales de países que hasta ahora solo habías leído en los libros de Historia. Comprendes la importancia de los free tour, la rentabilidad de los hostels y lo apasionante que es comprar un billete de tren para el día siguiente. Te vas de viaje pensando en los sitios que ver, en las fotos que te vas a hacer, en los platos típicos que vas a degustar y acabas dándote cuenta que eso es lo menos importante. Que el viaje es el instrumento oficial del Erasmus para estrechar vínculos. Que dos días de viaje son suficientes para ganarte la confianza de alguien (o para perderla). Y eso solo te da más ganas de viajar, de seguir avanzando.
Todo es tan increíble… Cada fiesta supera tanto a la anterior que piensas que es imposible que eso siga pasando (pero no lo es). Cada rato con personas que hace tres meses eran desconocidas se convierte en una huella imborrable en tu memoria. Y hasta te parece que les conoces de toda la vida, que ya no puedes vivir sin ellos.
El tiempo pasa.
Y eres tan feliz, que no te das cuenta.
Pero un día miras el calendario. Y te queda solo un mes para irte.
La depresión post-Erasmus empieza a coger sentido, incluso antes de haberte llegado a ir. El último mes empiezas a interpretar todo como una despedida. Y estás en lo cierto: ya no hay tiempo. Quizá sea la última vez que compartes un momento con esa persona o, incluso, la última vez que la ves. Y eso te aterra. Eso te hace sentir diminuto. Eso hace que te preguntes por qué decidiste irte de Erasmus, en qué momento pensaste que necesitabas echar de menos.
Y aunque nunca creíste que pasaría, un trozo de corazón estará para siempre repartido entre distintos puntos de España, de Europa e, incluso, del otro lado del charco. Sabes que a algunos de ellos les volverás a ver. Pero también eres consciente de que es imposible volver a verles a todos a la vez. Que esto nunca se repetirá, que el tren ha pasado, que c’est fini.
Y es que la persona que se monta en el avión de ida, nunca será la que se baje en el de vuelta. La persona que vuelve de Erasmus es una nueva versión de sí mismo, una versión que antes no existía y eso, como todo, siempre tiene sus más y sus menos.
Cuando vives todo esto, cuando lo haces tuyo, cuando cambia tu vida… es entonces cuando lo entiendes: Once Erasmus, always Erasmus.
Así que como dice el titular de un artículo que leí hace poco: “Por favor, no te vayas de Erasmus”. Porque yo nunca debí haberme ido. Nunca debí elegir tener que echar tanto de menos una ciudad, un amigo, un grupo, un Erasmus.
Y, sin embargo, fue la mejor decisión de mi vida…
Y esto es en lo que he pensado estos 3 meses de adaptación y supervivencia junto a mi gente.
UNA VEZ ERASMUS, SIEMPRE ERASMUS!
EL VIDEO DONDE DESCUBRI ESTO!
https://www.youtube.com/watch?v=vwtXOplnKhM&t=175s
By Aitor Mediano Rodriguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario