jueves, 14 de abril de 2016

1 País, 11 Ciudades y más de 2.500 Kilómetros




 Continuación de Aste Santuko Eskapada

Jon Zapirain (Comercio) – Lohja, Finlandia.

Nos despertamos cuando la claridad del amanecer ilumino el interior de la tienda de campaña, cuando los pájaros comenzaron a cantar al alba. En seguida nos pusimos en marcha, teníamos ganas de empezar el cuarto y penúltimo día de aventura. Recogimos los sacos, las mantas, la tienda y tomamos la carretera hasta nuestro siguiente destino: “Kuopio”.

Después de 2h30min de trayecto, llegamos a la ciudad a la hora de comer, pero decidimos entrar en un kirpputori: una tienda de segunda mano en la que puedes encontrar de todo y que hay repartidas por cada rincón de Finlandia; de hecho, Manex encontró un chollo: una chaqueta tipo suede marrón por 1€! Después de comer algo y visitar el centro de la ciudad, nos acercamos hasta la torre “Puijo” (1963) de 75m de altura, situada en lo alto de una colina, junto a unas pistas de salto de esquí; fue el primer restaurante giratorio de los países nórdicos y desde aquí se pueden divisar los lagos de la zona e infinidad de pequeñas islas. 

Torre "Puijo" (Kuopio)

Sin tiempo para mucho más, arrancamos y seguimos nuestro camino hacia “Joensuu”, la ciudad universitaria por excelencia, de la zona Este de Finlandia. Vimos el edificio de la Universidad, visitamos el centro y paseamos junto al río; pero el tiempo se nos echaba encima, debíamos comprar algo de comida y encontrar un lugar adecuado para pasar la noche. 

Esta iba a ser nuestra última noche de acampada y queríamos encontrar un bonito lugar, algún tipo de cabaña junto al lago o algo así. Sabíamos que era casi imposible encontrar algo parecido; en cambio, investigando por Internet, dimos con una posible localización que se ajustaba con lo que buscábamos. Sin pensarlo mucho nos encaminamos en aquella dirección, hacia la que marcaba una imagen de un blog en finlandés…

Condujimos como 1h45min por carreteras y caminos de tierra, hasta que llegamos a un área de hiking. Inconscientemente, elegimos un camino y lo seguimos, sin saber muy bien por qué. No estuvimos más de 5min caminando por un sendero en la nieve, cuando vimos una caseta que utilizan los finlandeses para guardar la leña que cualquier campista puede utilizar para hacer una hoguera. En ese momento supimos que andábamos cerca de conseguir lo que deseábamos… Efectivamente, a pocos metros dimos con la cabaña: un lugar acogedor, con una gran chimenea central para hacer fuego y cocinar, utensilios y herramientas, madera, una mesa y unos bancos anchos incrustados en la pared que nos servirían de camas. Además, se encontraba junto al lago “Saimaa”, aún congelado; en otras palabras, era el p*** paraíso.

Un hotel de 1 millón de estrellas

 Hicimos un gran fuego, cocinamos buena parte de las provisiones que nos quedaban, pues las circunstancias merecían mucho la pena, brindamos con las últimas Karjala y bajamos al lago a admirar, en un silencio absoluto, una de las noches más estrelladas que he contemplado en toda mi vida, era realmente hermoso, casi mágico.

A eso de las 6:30 de la mañana, después de haber dormido junto al fuego, volvimos de nuevo al lago, pero esta vez a observar el amanecer. Los rayos del sol reflejados sobre el agua helada eran cegadores. Desayunamos como reyes y nos pusimos en marcha a conquistar el castillo de Olavinlinna, situado en el pueblo de “Savonlinna”. Fue una auténtica pena porque estaba cerrado, así que nos tuvimos que conformar con verlo por fuera e imaginar las grandes historias que guardaban sus paredes de piedra.

Castillo "Olavinlinna" (Savonlinna)

Sin desanimarnos en exceso, arrancamos el motor del coche y nos dirigimos hacia el último destino que constaba en nuestro mapa: “Porvoo”. Fue un trayecto largo de 3h45min pero nos lo tomamos con calma y a media tarde ya estábamos paseando por la parte vieja de la ciudad. Era muy curiosa la arquitectura de los edificios, construidos completamente en madera, así como los cafés y tiendas que cuidaban hasta el último detalle de su estética, dejando entre los paseantes una agradable sensación de armonía. Después de degustar una cerveza negra de más de 8€ en una terraza colgante que daba al río… nos acomodamos por última vez en los asientos del coche, volvíamos a casa.

Vista de la parte vieja de Poorvo

La pinta más cara de Poorvo

Esta vez la distancia era de tan solo 100km, la más corta que hicimos; en cambio, nos pareció eterna. Con más de 2.500km a nuestras espaldas, con 11 ciudades y pueblos visitados, durmiendo escasamente a la intemperie, malcomiendo lo que podíamos, con tan solo una ducha caliente en 5 días, aguantando interminables horas en el coche… Sin embargo, esto no es definitivamente nada, en comparación con las conversaciones y risas dentro del coche yendo de un lugar a otro, el haber cruzado el círculo polar ártico, haber visto renos, alces, zorros… (nos faltó un oso), haber contemplado la inmensidad del mar helado, intuir una aurora boreal entre las nubes… La única pregunta que me surge después de todo esto es: ¿Cuál será nuestra próxima aventura, chavales?

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